En la estación de autobuses de Badajoz viven una veintena de personas
Los viajeros culpan de la situación al abandono del recinto y evitan acceder a él durante la noche porque no hay vigilancia
A las nueve de la noche se cerraron las puertas que dan acceso a la estación de autobuses de Badajoz. Los viajeros que a partir ... de esa hora lleguen a la ciudad en este medio de transporte deben salir a la calle directamente desde las dársenas, que cuando cae la noche se transforma en una especie de campamento base de un grupo de malienses que llegaron a la ciudad hace tres meses en busca de trabajo.
Entre mantas, cartones y garrafas de agua viven los catorce hombres que huyeron de Mali. El más joven tiene 24 años, los mayores superan los 40, y solo uno de ellos habla un poco de español.
Se llama Mamadou, tiene 43 años y ha dejado a su mujer y sus dos hijos en su país. «Nos hemos venido porque en Mali no se puede estar. A los hombres nos buscan para llevarnos a la guerra y matar, yo no quiero eso», decía este inmigrante que llegó a Almería desde Marruecos y ha terminado viviendo en Badajoz.



Para pasar la noche tienen cartones y algunos sacos de dormir porque no hay bancos para todos, pues ellos no son los únicos que viven en las dársenas. En el lado opuesto, como si estuviese esperando un autobús, estaba Ana María Armero. A sus 77 años vive en la estación de autobuses desde hace tres. Hasta entonces vivía en la calle Bravo Murillo pero dice que la echaron por incumplimiento de contrato.
«Estuve un año viviendo en el Centro Hermano de Cáritas pero ya tampoco puedo estar allí. Ahora duermo en el lavadero de coches porque ahí estaba resguardada», contaba mientras sujetaba la bolsa en la que guardaba un abrigo de invierno. El resto de cosas que tenía se la robaron hace unas semanas.
Solo para dormir
Aunque sus pertenencias estan en la estación la mayoría de las personas que la habitan pasan el resto del día fuera de ella. En las esquinas o bajo los bancos es fácil ver cartones de leche, mantas y móviles cargando en los puntos de carga que se instalaron con las últimas obras de la estación de autobuses, donde la Junta ha invertido 325.000 en el montaje de nuevas pantallas, puntos de carga, y de apoyo isquiático.
«Aquí cada uno tenemos nuestro sitio y eso se respeta. Por eso, por las mañanas me levanto a las siete, me aseo y voy a buscar el desayuno y la comida del mediodía. Por la tarde me vengo aquí hasta que me duermo», relata.
Algo similar hacen los malienses que llegaron a Almería desde Marruecos, y han terminado en Badajoz. Lo que desean es regular su situación y obtener el papel de residentes para poder trabajar y así poder tener una vivienda. «Queremos estar en otro sitio, tener un salario y dormir bien», subraya mientra uno de sus compañeros se lava las manos con una garrafa en la dársena número seis.
Inseguridad en el barrio
A primera hora de la noche no llegó ningún autobús a dejar viajeros, pero la propietaria del estanco del la estación, Ana Santiago, asegura que cuando llegan autobuses a las nueve de la noche muchos viajeros entran en su estanco porque les da miedo esperar el taxi en la calle. «A veces llegaba gente a la hora de cerrar y he tenido que esperarme a que les recogiesen», contaba Santiago que tiene el estanco desde el año 2012 y asegura que es cuando peor está.
En el último año cuenta que ha disminuido el número de clientes que se acercan a su negocio, y cree que es por la inseguridad que sienten en la zona. «Lo peor de todo es la imagen que esto da a las personas que vienen de fuera y que nunca han estado en Badajoz porque algunas de las personas que duermen en la estación sí dan problemas, ensucian todo, se pelean entre ellos, pero suelen ser españoles», dice Ana que también se queja de los horarios de cierre de la estación, a las 21,00 horas de lunes a viernes, a las 17,00 horas los sábados y a las 19,00 horas los domingos.
Por eso los viajeros reclaman más seguridad. Como Encarna Peña, que acude a la estación a menudo y ya aseguró que las pantallas y todas las novedades que pusieron hace unos meses no le sirven de nada. «Lo que quiero es que doten de seguridad la estación porque a partir de las ocho de la tarde aquí se ve de todo».
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