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La bifana es, para muchos portugueses, lo que un serranito o un bocadillo de calamares puede ser para un español: comida popular, asequible y profundamente identitaria. No es solo un tentempié rápido; es una parte del paisaje cotidiano. Está en los menús de los cafés de barrio, en las fiestas patronales, en las áreas de servicio, en los campos de fútbol y hasta en las reuniones familiares. De hecho, hace un par de días, McDonald's confirmó oficialmente el regreso de 'McBifana', que ya estuvo en el catálogo luso de la franquicia durante la pandemia.
Pero la bifana no necesita grandes carteles ni fotos de Instagram para triunfar. No es gourmet, no es fusión, no es tendencia: es pura esencia portuguesa servida en caliente. Sabe mejor si se come de pie y, obviamente, con las manos. Quizás su éxito está en que no cambia con los años: carne de cerdo marinada, pan crujiente y nada más. Ni falta que hace. En tiempos de street food cada vez más elaborado, este clásico portugués sigue triunfando con su receta de toda la vida. Y lo mejor: a un paso de Extremadura.
Esta ruta puede (y debe) empezar en Caia. Allí, en este pequeño poblado fronterizo donde el tiempo parece haberse detenido, hay un quiosco encapsulado en los años ochenta: cortinas de hilo verde manzana, barra de metal, pago en efectivo y olor a bifana recién hecha. Aunque también sirven sopa de verduras y ensaladas, aquí se viene a lo que se viene. La bifana simple, que cuesta 2,50 euros, es una lección de sabor sin pretensiones. También se puede pedir con huevo, tomate, queso o todo junto (cinco euros la más cara). Dos opciones de patatas fritas: grande y pequeña, y una Sagres bien fría completando el banquete. En cada mesa, como es costumbre, hay un bote de mostaza —amarilla, fuerte, casi líquida—, ketchup y una botellita de piri-piri. Unas gotas bastan para dar el toque picante al conjunto.
El entorno, además, acompaña: un espacio abierto bajo los árboles, con sombra natural y bancos, gatos que merodean sin molestar y camareros que te tratan como si volvieras cada semana, aunque sea la primera vez.
También en Caia, cruzando el puente, 'María la Portuguesa' dispensa unas jugosísimas bifanas. El pan, ligeramente tostado, está impregnado de aceite de oliva virgen extra, con lo cual, es un bocado húmedo y sabroso. Además de las clásicas (huevo, tomate, queso, simple...), tienen una opción con bacon y hasta con salsa cheddar.
Un poco más hacia el norte, en Marvão, el 'Café do João Mário' ofrece una experiencia auténtica. Situado en un entorno pintoresco, esta cafetería-bar es conocida por su ambiente acogedor y su cocina tradicional. Disfrutar de una bifana aquí es sumergirse en la esencia del Alentejo. También tuestan el pan y lo riegan con un poquito de aceite para hacerla más jugoso. Un extra: las patatas fritas son cortadas a cuchillo y, por ende, súper caseras.
Por otro lado, frente al teatro de Nisa, 'O Bordado' es un establecimiento alternativo que combina la tradición con un toque moderno. Con una decoración que rinde homenaje a los famosos bordados de la región, este lugar ofrece bifanas que respetan la receta clásica, en un ambiente culturalmente enriquecedor.
Para una versión más gourmet de la bifana, 'Craft BBS' en Vila Viçosa es el lugar ideal. Aquí, la bifana se sirve en «bolo do caco», un pan tradicional de Madeira con batata, y se acompaña de carne de cerdo, queso derretido, huevo estrellado, patatas fritas caseras y una deliciosa salsa de mostaza. Una reinterpretación moderna que mantiene el alma del plato original. Asimismo, doran el pan en mantequilla con perejil, aportándole un punto más de sabor.
Aunque Vendas Novas no se encuentra justo en la raya extremeña, merece una mención especial en cualquier ruta dedicada a la bifana. Esta localidad alentejana es considerada la cuna oficial de este emblemático bocadillo portugués.
Según la revista lusa 'A Fuga', la historia de la bifana en Vendas Novas se remonta a la década de los sesenta, cuando en el Café Boavista, situado junto a la Estrada Nacional 4, se comenzó a servir este bocata a los viajeros que transitaban por la región. La receta tradicional consiste en finas lonchas de lomo de cerdo, fritas en un sabroso adobo de ajo y margarina, servidas en un pan conocido como 'papo seco'.
En 2011, la ciudad registró oficialmente la marca 'Bifanas de Vendas Novas', consolidándose definitivamente como la capital de la bifana. Hoy en día, se estima que se venden alrededor de 3.000 bifanas diariamente en los diversos establecimientos de la localidad, lo que equivale a casi un millón al año.
Parte del secreto de una buena bifana está en el pan. El elegido es casi siempre el 'papo seco', un bollito ligero, con corteza fina y crujiente, y una miga muy aireada. Su forma recuerda al panecillo de Viena, pero su textura es más rústica. Es ideal, ya que recoge la carne sin romperse y absorbe el jugo del aliño sin deshacerse.
En cuanto a la carne, en el Alentejo y Lisboa, la bifana se prepara con finos filetes de cerdo marinados en una mezcla de vino blanco, ajo, laurel, pimentón y, a veces, limón. Tras varias horas de reposo, la carne se cocina a la plancha en manteca de cerdo o aceite de oliva.
En cambio, en el norte del país, particularmente en Oporto, la preparación difiere bastante. Aquí, la carne se cocina directamente en una salsa elaborada con cerveza, cebolla, ajo y tomate, sin necesidad de marinar previamente. Esta técnica confiere a la bifana un carácter más guisado, con una salsa rica que impregna el pan, ofreciendo una experiencia húmeda y sabrosa.
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Abel Verano
Fernando Morales y Álex Sánchez
J. Gómez Peña y Gonzalo de las Heras (gráfico)
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