Borrar
¿Qué ha pasado hoy, 23 de mayo, en Extremadura?
Los desafíos a los que se enfrenta el nuevo Papa

Los desafíos a los que se enfrenta el nuevo Papa

Borja Vivanco Díaz

Jueves, 8 de mayo 2025, 18:10

El proceso de descristianización continúa en todo el mundo, salvo en algunos pocos lugares de África y Asia. En América Latina, y en tan solo tres décadas, la Iglesia Católica ha perdido buena parte de su otrora presencia e influencia, tanto por el acelerado proceso de secularización como por el imparable crecimiento del protestantismo. Mientras tanto, la mayor parte de Europa y Norteamérica ya está constituida por sociedades que ya han superado esta situación.

Todo ello es resultado de macrotendencias sociológicas y culturales frente a las cuales la Iglesia Católica tiene escasa capacidad de maniobra; es decir, estas continuarán reproduciéndose independientemente de cuáles sean sus enfoques, estilos o prioridades pastorales, así como del paradigma de relación que decida establecer con las distintas sociedades. También los países islámicos están atravesando sus propios procesos de alejamiento de la religión, que no tardarán en hacerse visibles. En definitiva, la Humanidad estará cada vez más conformada por «ciudadanos secularizados», tal como los denominaba el sociólogo alemán Jürgen Habermas.

Fieles se concentran en el Vaticano para orar por el Papa Francisco. EFE

Ahora bien, ninguna institución ha logrado sobrevivir tantos siglos como la Iglesia Católica. Probablemente ninguna otra haya sido tan resiliente frente a las zozobras y embates de la historia, conservando intactos tanto sus dogmas como el núcleo de los elementos más definitorios de su identidad y doctrina, así como los aspectos más sustantivos de su estructura organizativa y de su misión. Su legado histórico sigue siendo fácilmente reconocible y continuará presente, especialmente entre los valores más respetados en Occidente y en otras regiones del mundo.

No obstante, la Iglesia Católica afronta en nuestros días una serie de desafíos que debemos advertir en particular.

Consolidar las decisiones audaces

A lo largo de los siglos, el Papa ha sido un símbolo de unidad entre los católicos y su rol ha sido crucial para activar procesos de cambio y renovación que, con el tiempo, el juicio de la historia ha tendido a valorar como necesarios. Sin embargo, algunas iniciativas -como los procesos sinodales o la bendición de parejas homosexuales-, aunque audaces, requieren para consolidarse un diálogo más profundo con los diversos contextos eclesiales y culturales de una Iglesia y un mundo cada vez más plurales.

Aprender sin perder la identidad

Como en otras épocas, la supervivencia de la Iglesia dependerá de su capacidad para integrar y aprender de las nuevas realidades históricas y culturales, sin dejar de ser fiel a su mensaje ni perder su identidad. La Iglesia no debe buscar el «aplauso del mundo», sino, ante todo, transmitir y ser leal a los valores evangélicos, sin por ello —como decía el Papa Francisco— volverse «autorreferencial».

Nuevas vocaciones

En un mundo cada vez más indiferente ante el fenómeno religioso, seguirá siendo urgente tejer y fortalecer redes de pequeñas comunidades interconectadas, que sirvan de referente y apoyo para sus miembros, reflejen la rica pluralidad de carismas y vivencias cristianas y sean, al mismo tiempo, punta de lanza de la «nueva evangelización». En ellas seguirán brotando, con mayor facilidad, vocaciones laicales, religiosas y sacerdotales.

Centros educativos

Urge poner en valor la amplísima red de colegios y universidades que la Iglesia sostiene, los cuales están llamados, más que nunca, a convertirse en instrumentos catequéticos e incluso misioneros, una vez que las familias van dejando de ser agentes activos en la transmisión de la fe.

Por los pobres y marginados

La atención asistencial y solidaria hacia los colectivos sociales más desfavorecidos, interpretada en términos de justicia social, seguirá constituyendo una vocación medular y perenne para la Iglesia, sin la cual su mensaje no es ni comprensible ni creíble. Continuar coordinándose con otros actores públicos y sociales en esta misión, y aprovechar para ello iniciativas de alcance mundial como los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), seguirá contribuyendo a ese propósito.

Modelos de familia

Aun reconociendo y defendiendo que el matrimonio constituye una forma de convivencia única y diferenciada, es necesario seguir avanzando en la integración de otros modelos y realidades por los que optan, con madurez, muchas personas sinceramente cristianas. Estas formas de vida cumplen igualmente fines sociales fundamentales y, en ellas, también germinan y se hacen visibles valores cristianos de modo natural.

La fe en comunidades científicas

La institución universitaria «nació del corazón de la Iglesia» y fue también la Iglesia la que, durante siglos, lideró en buena medida el desarrollo científico. Hoy es necesario recuperar vocaciones cristianas que permitan a la Iglesia posicionarse nuevamente en el ámbito cultural, intelectual y científico, espacios decisivos -y no rara vez hostiles- donde también se juega el futuro de la fe.

No es una dictadura

La Iglesia no es una democracia, pero con mayor razón no puede ser una dictadura. Resulta muy difícil argumentar en contra de la consolidación de mecanismos —llámense sinodales u de otro tipo— en los que laicos (hombres y mujeres) bien cualificados, coordinados y liderados, puedan participar en las deliberaciones que tracen el camino a seguir en el futuro.

Apoyo a los cristianos perseguidos

En un mundo cada vez más secularizado, la colaboración entre confesiones religiosas —cristianas o no— resulta especialmente oportuna para la defensa de los valores espirituales y de una ética de defensa de la vida humana (y digna) en todas sus etapas. Del mismo modo, es necesario visibilizar y responder a la situación inhumana que padecen, a causa de su fe, varios millones de cristianos en distintos países de África y Asia.

Protección de menores

Durante los últimos años se han establecido mecanismos rígidos para prevenir abusos sexuales y llevar a cabo, en su caso, las denuncias pertinentes. Es necesario hacer seguimiento de ellos para corroborar su eficacia, si bien también es cierto que tales protocolos son ya considerados como «buenas prácticas» transferibles a otros entornos.

Autor:

Borja Vivanco Díaz. Doctor por las universidades de Deusto y el País Vasco

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

hoy Los desafíos a los que se enfrenta el nuevo Papa

OSZAR »