Miércoles, 30 de Abril 2025, 14:39h
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Cualquier indocumentado pertrechado con un dispositivo electrónico puede hoy alumbrar sin demasiado esfuerzo la imagen espectral de cualquier cosa. Desde una catedral hasta un muñeco articulado, pasando por un paisaje al óleo, una fotografía deslumbrante o un simulacro de artículo, relato, ensayo o novela. Concebir y alzar una catedral tangible –como ingeniar un muñeco articulado original, poner en pie sobre el lienzo con óleo de verdad una escena que emocione, sacar de la realidad una instantánea con alma o escribir un texto que no resulte ortopédico o vicario de otros anteriores– ya es una tarea reservada a quienes con sacrificio, amor y tiempo han aprendido un arte. Algunos prefieren llamarse artistas; otros, que tal vez conocen más, artesanos. Si los perdemos, estaremos perdidos.
LAS CARTAS DE LOS LECTORES
Artesanos
A los artesanos de la Semana Santa del n.º 1955 de XLSemanal podríamos añadir a los guarnicioneros, alfareros, vidrieros, encuadernadores... que hoy cuesta encontrar por falta de relevo generacional. Quizá no se ha sabido valorar a estas personas que dejaron y dejan su alma en estos trabajos de amplio recorrido cultural y tradicional, y que ahora, con la inteligencia artificial, puedan ver peligrar sus puestos, aunque esperemos que las manos, los ojos, la dedicación y empeño de estos artesanos nunca puedan ser sustituidos por una fría máquina que ni siente ni padece, ya que nunca la obra será la misma, aunque pueda parecerlo: le faltará esa alma, ese fervor humano que cada profesional pone en el trabajo. Cuidémoslos.
Ángel Santamaría Castro. Bilbao
Mi librería
Denetariko, la librería de mi barrio, cierra por jubilación. Fernando, mi 'librero de cabecera', avisaba hace días: «30 años leyendo juntos...». Esa frase me llevó 30 años atrás. Era mi cumpleaños y aita dijo: «Elige el libro que quieras». ¡Qué emoción! Curiosear entre todas esas baldas y mesas... Me llevé Entrevista con el vampiro, de Anne Rice, antes de verla en cine. Después vinieron El médico, El capitán Alatriste, El corazón helado, La parte escondida del iceberg, Recordarán tu nombre, La frontera lleva su nombre, Roma soy yo, El infinito en un junco, La península de las casas vacías... Echaré de menos las conversaciones, recomendaciones, firmas, charlas y, sobre todo, a Fernando e Itziar, que hasta guardaban los secretos de los Reyes Magos. Porque Denetariko, como muchas pequeñas librerías que aún sobreviven, transmite la magia de los libros.
Regina Ruiz Pérez. Barakaldo (Bizkaia)
Uno de los míos
Ha fallecido Mario Vargas Llosa, mi autor predilecto del siglo XX. La noticia me ha dejado un sentimiento de orfandad, un mazazo, como sin duda lo han sentido sus inmortales personajes: Zavalita, Lituma, Pantaleón, Pedro Camacho, la tía Julia... Era un adolescente cuando cayó en mis manos La ciudad y los perros, y desde entonces he leído con fruición sus libros, excelsos; esperaba con avidez cada lanzamiento, sabiendo de antemano que al leerlo mi sed quedaría saciada. Cómo agradecerle la miríada de horas en las que he aprendido y disfrutado, sintiéndome un genuino peruano bebiendo Inca Cola en Piura, degustando un ceviche en Miraflores, conviviendo con los cadetes en el Colegio Militar 'Leoncio Prado' o bañándome calato –desnudo– en un río. La deuda con el sublime maestro es impagable; sus libros son píldoras que reconfortan el alma. Me siento unido a él, como un feligrés, por un cordón umbilical. Es uno de los míos. El día que lo conozca en el más allá le preguntaré: ¿en qué momento se había jodido el Perú? Como se preguntó Zavalita.
Francisco Javier Sáenz Martínez. Lasarte-Oria (Guipúzcoa)
¿Derechos humanos, ONU y otros, papel mojado?
Con sorpresa, y bastante pena, seguimos asistiendo a la muerte sin piedad de niños, ancianos, mujeres y personas indefensas en general junto a voluntarios y personal de apoyo en las guerras que hay en el mundo, especialmente en las de Palestina y Ucrania. No hay, por tanto, al parecer, mecanismos efectivos y eficientes que protejan a la infancia en pleno siglo XXI, en especial la propia ONU y su Consejo de Seguridad, así como la Corte Penal Internacional con sede en La Haya, que investiga, procesa y condena a las personas por crímenes internacionales más graves. Creo que esta terrible indolencia y falta de humanidad pone contra las cuerdas a una sociedad muy desarrollada en lo tecnológico, pero no suficiente empática ni solidaria contra los que más sufren, una sociedad que no es madura, que no sabe arreglar sus conflictos y terminar con las guerras. Nos preguntamos si es que la solidaridad de uno y otro bando es papel mojado, y en medio de una sociedad tan moderna, la paz es una utopía inalcanzable y papel mojado. Sinceramente, la diplomacia, los gobernantes y los políticos no están a la altura como garantes de esta paz social y mundial, quizás no se está trabajando lo suficiente para conseguir dicha paz, lo que nos lleva a escenas dantescas y apocalípticas donde la incertidumbre cada día nos amenaza y devora, en este tiempo maravilloso del siglo XXI, que muchos se están encargando de descomponer y desfigurar. A pesar de todo, debemos construir entre todos esa utopía de la paz en la realidad cotidiana como semilla de cambio y revolución.
Eduardo M. Ortega Martin. Granada
Mundo artificial
Una extinción masiva es un tipo de extinción terminal en la cual desaparecen, sin descendencia, un 50 por ciento o más de las especies en un periodo geológicamente breve, cuando en situaciones normales las extinciones se producen a un ritmo muchísimo más lento. Desde que la vida empezó en la Tierra, se han detectado cinco sucesos tras los cuales se han extinguido más de la mitad de las especies existentes. Estas extinciones han sido causadas por gigantescos meteoritos, por erupciones volcánicas masivas o por drásticos cambios climáticos. Muchos científicos aseguran que estamos a las puertas de la sexta extinción masiva, que será causada por el ser humano. Se estima que con nuestro actual ritmo de destrucción de la biosfera, la mitad de las formas de vida se extinguirán en menos de cien años. Hay una característica que define a las cinco grandes extinciones del pasado, y que, aunque sea egoístamente, deberíamos prestar una atención especial: en todas ellas las especies dominantes desaparecieron. Quizá nosotros sobrevivamos a la extinción que estamos provocando, pero deberíamos preguntarnos qué clase de vida nos espera en el futuro, en un mundo artificial, carente de plantas y de vida animal, provocado por la extracción masiva de recursos naturales, la caza y pesca indiscriminada de animales, y la tala de bosques para una urbanización cada vez más agresiva que pretende dar cabida a una población humana en constante crecimiento.
Zigor Eguia Lejardi. Elgoibar (Guipúzcoa)
Enemigo silencioso
Es hora de hablar de un enemigo silencioso pero letal, una amenaza constante para la integridad física y la dignidad femenina: las aceras. Sí, esas superficies traicioneras que, bajo la apariencia de simple cemento, esconden trampas dignas de un campo de batalla. Cualquier mujer que haya osado salir a la calle con tacones sabe que las aceras no están diseñadas para el ser humano, sino para probar la resistencia de los tobillos. En tiempos de secano, las grietas son abismos capaces de engullir un stiletto sin previo aviso. En tiempos de lluvia, se convierten en pistas de patinaje donde la única coreografía posible es la caída libre. Ni hablar de esas losas sueltas que, al más mínimo peso, lanzan un chorro de agua sucia sobre el único pantalón blanco que una ha tenido el valor de ponerse. O esas rejillas metálicas que parecen diseñadas por alguien con un profundo rencor hacia los zapatos de tacón. ¿Y qué decir de la inclinación sospechosa de algunas aceras, como si hubieran sido concebidas por arquitectos con vértigo? El resultado es un caminar torcido, una lucha constante por no acabar abrazando una farola. Las ciudades deberían ser espacios habitables. Pero mientras las aceras sigan siendo una trampa mortal para cualquiera que pretenda ir un poco elegante, la civilización seguirá en deuda con nosotras. No pedimos mucho: solo pavimento digno, sin agujeros ni emboscadas hidráulicas. ¿Es eso demasiado pedir? Una ciudadana indignada (y con esguince de tobillo).
Carmen G. Coello. Correo electrónico
LA CARTA DE LA SEMANA
Desmedida y desigual
Llega el momento que tanto esperábamos los estudiantes de segundo de Bachillerato: la PAU. Una prueba que pretende ser un método objetivo para valorar nuestros conocimientos, pero en la práctica nos genera una presión des-medida. Tras dos cursos de gran esfuerzo constante, nos jugamos nuestro futuro en cuatro días. El estrés, la ansiedad y el agotamiento son los compañeros más frecuentes en esta etapa. Y la falta de homogeneidad entre comunidades autónomas añade un factor de desigualdad. No todos los estudiantes españoles nos enfrentamos a las mismas condiciones, no existe un mismo nivel de dificultad, y esto nos influye al acceder a ciertas carreras. Esta evaluación obligatoria debería ser más equitativa, continua y menos centrada en la memorización, con pruebas menos determinantes. Así, sería más justa y repre-sentativa de nuestras capacidades. La educación, creo, debe formar personas críticas y preparadas para el futuro, no expertos en rendir exámenes.
Ana A. J. Correo electrónico
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