Carreteras sin coches
Autovías extremeñas ·
Son la ruta más corta de Europa a Marruecos y de Madrid a AndalucíaAl poco de acabarse la autovía de la Plata, asistí en el Teatro Romano de Mérida a una conversación entre dos matrimonios de turistas que ... charlaban a la espera de que comenzara la representación. Criticaban aquella nueva autovía y las autovías en general de Extremadura porque, razonaban, aquí no venía nadie y por aquí no pasaba casi nadie. «Esas autovías son una manera de tirar el dinero y encima son gratis, no como las nuestras», apuntaban. Eran catalanes y tenían razón en un punto: no era razonable que en Cataluña, en el País Vasco, Aragón, Galicia o Asturias hubiera autopistas y autovías con peaje y en Extremadura fueran completamente gratis.
También tenían razón en lo de que eran autovías sin mucho tráfico, pero ahí les faltaba un razonamiento fundamental: por Extremadura no pasaba casi nadie porque no había buenas carreteras al igual que no se viajaba en tren a Cáceres o Badajoz porque nuestros trenes daban miedo por su lentitud, por sus retrasos, por sus averías y porque si te tocaba un vagón donde se estropeaba el aire acondicionado, te convertías en candidato seguro a la lipotimia.
Sin embargo, ya verán cómo se llenan los trenes sin necesidad de bonos gratis en cuanto alcancen velocidades del siglo XXI y sean fiables en su mecánica y en su refrigeración. ¿Qué fue antes, el huevo o la gallina? Pues eso: ¿no hay buenos trenes porque no hay viajeros o no hay viajeros porque no hay buenos trenes? Y esa pregunta vale también para el aeropuerto. Si solo hay vuelos a Madrid y Barcelona ¿cómo va a haber pasajeros? La experiencia de los vuelos directos a París de hace años o los actuales vuelos a Canarias indican el camino a seguir.
Pero volvamos a las carreteras. Me han contado una divertida anécdota del escritor Manuel Vázquez Montalbán, otro catalán que se asombraba del poco movimiento de coches que veía en Extremadura. Resulta que hace muchos años, unos entusiastas activistas culturales trajeron a Vázquez Montalbán a Cáceres para dar una conferencia. Era la primera vez que el novelista, ensayista y articulista visitaba Cáceres. El caso es que el coche en que viajaba salió de la antigua Nacional V en Trujillo y enfiló la carretera de Cáceres. Por la Nacional 521 no circulaba aquella tarde ni Perry. Los kilómetros se sucedían sin ver un pueblo, una miserable pedanía, una gasolinera ni una cafetería. Montalbán miraba el paisaje, atendía sorprendido a aquella carretera vacía y por fin, intentando encontrar una explicación a tanta soledad, dijo en voz alta lo que pensaba sin dejar a un lado su proverbial retranca.
«¿Esta carretera es privada, verdad?», se interesó con ironía por la titularidad de aquella calzada vacía. A Montalbán le parecía imposible que hubiera una carretera entre Trujillo y Cáceres por la que no pasara ningún coche. Hoy, esa carretera, convertida en autovía, tiene un tráfico razonable. Sigue siendo aburrida, pero solo son 20 minutos de conducción.
Lo que sucede en la carretera de Madrid se multiplica por diez en la autovía Vía de la Plata. Camioneros, viajantes y viajeros han descubierto que el camino más rápido y seguro hacia el sur desde Cantabria, País Vasco o Navarra pasa por Extremadura. Los inmigrantes magrebíes en Francia y Bélgica también han calculado bien y han cambiado el engorroso paso por Madrid por la plácida conducción por la dehesa extremeña. Los propios madrileños prefieren viajar por aquí a Andalucía, hartos de Despeñaperros, y ni los matrimonios catalanes ni Vázquez Montalbán tenían razón. En cuanto se modernizaron, nuestras carreteras se llenaron de coches. Y lo mismo sucederá con el tren.
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