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Pedro Vázquez vive en un cuarto sin ascensor. Sube con fatiga los 64 escalones que separan su piso de la calle César Diez Vara, ... en Badajoz. A sus 58 años ha sufrido dos infartos y en diciembre tuvo otro susto: un ictus que lo mantiene de baja. Este trabajador de la limpieza es uno de los vecinos que habitan 'la lata', como se conoce en San Roque al edificio de Las 500 con fachada revestida de planchas metálicas, pegado al centro de salud. «Vivo aquí de alquiler gracias a la gestión que me hizo Cáritas». La casera es Almudena Iglesias y Pedro no oculta su agradecimiento hacia ella. «El alquiler de la habitación se puede pagar, pero cuatro plantas son muchas para mí», reconoce resignado, mirando los tramos de escalera, y consciente de que tendría crudo pagar un arriendo más caro en el actual mercado inmobiliario. «El médico me ha dicho que vaya despacito. Voy parándome continuamente porque es mucho esfuerzo. No queda otra». Así que tiene que pedir ayuda a su compañero de piso con las compras más pesadas.
'La lata' es uno de los 178 edificios de la región que recibirán la ayuda de la Junta de Extremadura para acometer proyectos de accesibilidad. Almudena compró esta vivienda para invertir hace tres años. Esta comunidad recibirá 90.000 euros de subvención: 9.000 por vivienda. Una aportación pública que hará viable pagar una obra que cuesta 150.905 euros, con el IVA. El ascensor tendrá que ir adosado a la fachada por el exterior. No hay espacio en el portal.
A pesar del desembolso que se avecina, y de no sufrir en carne propia la incomodidad de subir a pie cuatro plantas, Almudena apoyó la votación para que el proyecto saliera adelante. «No todo el mundo quería esta obra, sobre todo los dueños que tienen los pisos alquilados y quienes viven en los bajos». La respuesta de la Consejería de Infraestructuras, Transporte y Vivienda llegó una vez superado ese trámite, elaborado el proyecto técnico y presentada la solicitud de ayuda en el registro. En esta última convocatoria la Administración regional recibió unas 1.200 solicitudes, pero solo 178 lograrán fondos porque el crédito disponible se agotó en una hora y media tras abrirse el plazo de presentación.
La Junta envió a la comunidad de propietarios una resolución favorable y los vecinos empiezan a ver la luz. «Somos conscientes de que el edificio se revalorizará, pues se reformará también la entrada y la puerta». Para ir haciendo hucha, la cuota mensual tuvo que subir de 25 a 75 euros. Almudena tiene claro que sin el respaldo de la Junta no se podría instalar el elevador y algunos vecinos estarían condenados a marcharse.
En el bloque de Jaime Martín-Sauceda, en la céntrica calle Antonio Montero Moreno, los operarios ya trabajan instalando un esqueleto metálico en la fachada. Él vive en la última planta junto a su esposa, embarazada. Si todo va bien, antes de final de año no tendrán que subir andando. La pareja compró esta casa próxima a la avenida de Pardaleras en 2018 y reconoce que en algún momento se les ha pasado por la cabeza venderla.
«Sacar adelante este proyecto no ha sido fácil. Hay que cumplir la normativa y ver estructuralmente qué obra se puede hacer para solventar el problema de accesibilidad». En este caso se ha optado por bajar a cota cero el portal, que estaba dividido en dos alturas unidas por un puñado de peldaños. 70 centímetros que separan la puerta de la calle con las viviendas situadas en el bajo. Precisamente en una de esas casas vive una vecina nonagenaria.
El camino hasta la llegada de los albañiles al edificio no ha sido un camino sencillo. Reuniones vecinales, varios proyectos técnicos, presupuestos y trámites burocráticos varios... «Cuando compré el piso ya se había hecho una votación, pero no salió adelante. El proyecto que sí pasó del papel al ladrillo empezó a votarse «hace unos cuatro o cinco años». Primero hay que presentar el proyecto, pedir presupuesto y lograr que te concedan la subvención, algo que ellos lograron a la primera. Ocurrió en la anterior convocatoria de la Junta. Gracias a la aportación pública pueden cubrir el 80 por ciento de una obra con un presupuesto aproximado de unos cien mil euros. Jaime tiene claro que sin esa subvención «no se hubiera hecho, obviamente». Lo dice convencido porque es consciente de que hay personas o familias que no pueden permitirse un desembolso de 12.000 euros.
Hace una década, Maite Gallardo, también vecina de Badajoz, vivía en un quinto sin ascensor, en la calle Stadium. «Era terrible tener que subir la compra o volver a casa si se te olvidaba algo». Un trastorno serio para los mayores o familias con niños pequeños. «Los carritos se quedaban en el portal, con cadena». Algún residente tuvo incluso que irse.
Tras barajar otras opciones que no eliminaban completamente las barreras arquitectónicas existentes, y previo acuerdo de los vecinos de los seis portales del edificio, se colocaron seis ascensores en el patio interior, un espacio sin uso. Recuerda Maite que fue difícil llegar hasta ahí. «Había miedo por el elevado importe económico de las obras, pero al final nuestro caso demuestra que, con subvención, no es imposible».
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